Nunca.
Siempre en la mirada, bajo el sol del mediodía o en la umbría marca que sobre la tierra deja una puerta.
Por más que los colores hayan cobrado sustancia, el dolor y la extranjería recorren las habitaciones sin ventilar de esta casona decimonónica.
Oh, bueno. No soy tan vieja.
Ahora, a descansar.
La red está servida y la araña...
...la araña...
...la araña nos está por devorar.
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