domingo, 18 de septiembre de 2011

En la orilla de la palabra.

Hay un texto que me ronda. Me viene acosando hace tiempo pero no le encuentro el camino.
Es como una urgencia imprecisa en las manos, un sentarse expectante frente al teclado, un entreabrir de labios ante el precipicio de una palabra.
Sé que ese texto es un mapa sobre territorio recorrido. Hay pudor y terror a describir lo escarpado de ese paisaje. También una furia protectora del tesoro que será mal visto y mal acariciado por ojos ciegos al brillo de sus metales. Un afán demoledoramente posesivo frente a lo tierno esencia de la vida (que se parece tanto a mi risa y al resplandor en la mirada de los que ríen conmigo).
Pero bue. Quévaser si no llegan las palabras, o bien, no quieren salírseme de las manos al mar del mundo ni navegar en botella hasta los puertos impensados del que está acá (porque si leés, estás acá).
Igual me entiendo y me espero hasta que sea el momento.
Porque ese texto habla de amor.

Noctambulera.

La noche promesa cruza los umbrales en octubre
cuando las flores blancas del universo se conjuran
para erradicar el invierno de los corazones.
El invierno-invierno no puede más que regresar
pero al menos se presta al juego tontón de los ciclos
a ver si en una de esas aprendemos
que incluso -y sobre todo- uno mismo
está condenado a renacer.

palabra palabra


quisiera escribir con letras como puñales
y palabras como lenguas
y puntos como miradas reverentes
y guiones como invitaciones a la falta de respeto
y comas como manos abiertas al abrazo
y grandes espacios en blanco donde
carente de comparaciones y metáforas
callada se anuncie la vida

domingo, 11 de septiembre de 2011

Corazón.

Dibujos en el aire.
Rizos, espirales, figuras concéntricas o bien, ribetes asimétricos en movimiento continuo.
Auroras boreales rodean a la cruz del sur.
El horizonte se expande. El cielo besa el mar que besa la arena que besa la pradera incipiente que besa la ruta que penetra con odio en las ciudades.
Las ciudades y el odio son como esas parejas que uno se pregunta cuándo habrán de separarse pero a la vez se contesta qué mierda harían el uno sin el otro.
Dibujos en el cemento.
Sombras informes, hilos de agua, rajaduras grises, autos que pasan.
Granos de brea explotan en las grietas del asfalto.
El horizonte se contrae. La brea besa los cordones que besan las baldosas avainilladas que besan el camino recto y lustroso que da a mi patio que acaricia las plantas del jardín del fondo que penetran amorosamente la cocina-estudio-comedor que habito.
Las flores blancas y mi casa son como esas parejas que uno envidia al verlas pasar tan en su mundo propio y singular.
Dibujos en los umbrales.
Telas de araña, guardas pampas, runas nórdicas, mosaicos klimteanos, trazos escalperianos, fauna feérica.
Libélulas de muaré enrojecido explotan sobre los retratos en las paredes.
El horizonte se expande. Las libélulas rompen los lazos materiales que ataban a las figuras de la ausencia que por fin vienen a este lado de las cosas o yo voy o bien no importa porque aunque el dolor está es manso y aunque la ausencia es es dorada poblada de palabras y de gestos que hacen honor al par de ojos que los evoca o los crea entonces las libélulas abren otras puertas y los umbrales se funden en algo más grande que lo grande y más hermoso que los perros de playa en invierno y las libélulas insisten en llamarme al vuelo porque el horizonte se funde en algo más grande que lo grande y más hermoso, más hermoso que yo
en esta tierra.

viernes, 9 de septiembre de 2011

porfavorsilencio II

Lo sigo en territorios escarpados donde la gramática -genuflexa- simula la vista gorda.
Es-como-si, cantan las vocecitas ínfimas de la conciencia, coreutas burlonas de la aspiración a lo cierto.
Pero no me importa. Qué mierda me puede importar otro cántico estereofónico de la nada.
Si es tan así /siescomosi/ bien. Sea.
Y si no es tan así, que sea también.
A través de sus dudas y mis proposiciones (no mis propuestas) descorro el viejo cortinado que trasviste al día.

lunes, 5 de septiembre de 2011

El insondable telar de la vida.


Cierro los ojos y veo tu horizonte de lagos y montañas nevadas
que en una pesadilla se transforma en fuego y desiertos africanos
caída libre hacia un destino de crudo roedor llenando la boca.
Abro los ojos y veo tu mansa llanura camino a la escuela
la sombra amable de los árboles junto al río lento
el paseo a caballo
la dignidad de los rostros aindiados arropados en guardapolvos blancos.
Miro hacia un costado y veo tus femeninos rituales urbanos
la costura para afuera después de la cena
evocando junto a la radio las glorias de la familia gallarda
antes de encarnar toda su gallarda irreverencia.
Levanto la mirada
interrogando al origen
plural digamos bien mezclado
de quienes me ofrendaron
al presente.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Digitación y solfeo.


Un color nuevo me visita las manos.
Lo compré hoy, con una tarjeta de plástico
o más bien con dos.
Una paga
la otra suma puntos.
Me llegan notificaciones varias
mientras el color nuevo se acomoda en mis manos.
Que nuevos consumos.
Que descuentos de pre temporada.
Que nunca más esto y lo otro y lo de más allá.
Yo simplemente tipeo con un color nuevo saltarín en las manos.
Renuevo la búsqueda de empleo con criterio selectivo
más allá del precio que le pongo a mi productivo respirar entre paredes.
Y ahí está.
Como el cabello que tijeretié hace días.
Como la colonia barata que huele exactamente a los jazmines de Buba.
Como el color nuevo que bailotea en mis manos.
Por fin un lugar con sentido.
No sé si me llamarán o les pareceré muy cara.
Pero es como si el todo variopinto que transité en la vida
encontrara por fin un camino.