domingo, 16 de octubre de 2011

Caravana namber chu

Nada se deja del todo atrás.
O será que en las dimensiones marginales de la existencia realmente ayer y ahora, incluso mañana, no tienen sentido.
Algunas cosas cambiaron, sin embargo.
Vestida de negro, envuelta en oscuridades que respiran la ceniza de las entrañas de la tierra, siento en mi regazo a la niña dorada del amanecer.
La acuno y ella duerme. Le doy calor para amparar su sueño. Respiro profundo para exorcizar ausencia.
Las demás caminan a nuestro alrededor.
Nuestra fiel pretoriana, que ya no abusa de sus metales, observa atenta aquello que viene del horizonte.
La otra, muñequita de porcelana, me cede su puesto a la hora de encarar el día, refugiándose en la parquedad de mi ropa y de mis gestos oscuros.
Es que hoy -como siempre- soy la mujer que sale de la muerte caminando sola. Esta memoria en el cuerpo, y esta furia en la sangre, y esta añoranza en la mirada. No mucho más que eso para desandar el camino desde una nada a otra. Desde el silencio hacia lo que calla y que, expectante, mira a lo lejos.

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