martes, 12 de enero de 2010

Habitante de los umbrales




Umbrales. Puertas. Fisuras en el tejido de lo normado. Horizontes en el tejido del mundo. Manantiales de la mirada, propulsores submarinos de la ilusión.

Es que la sombra más espesa gesta la palabra más luminosa: el útero de la vida, la vida como algo vivo, no como una piedra que se llama vida que, desganada pero obedientemente, cargamos entre las paletas de nuestras espaldas, bien acomodadita, oh piedra mentirosa que dice llamarse, o bien, que miente llamarse vida.

Voy hacia la noche a través de puertas que se abren a lo nuevo, a lo impensado que SI se puede pensar. Llevo los fuegos dormidos del día en mis ojos, que como carbones morosamente brindan su calor encendido, (no es cuestión...)

Sé del amanecer. Sé de esa espera, de las transmutaciones urgentes, del hambre por reconfigurar lo concreto.
Llevo entonces la noche en la mirada, a plena luz del día, portadora de un saber lo oscuro, habitante eterna de los umbrales.


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