Porque estoy muy triste
porque tengo miedo
porque amparé a Ereshkigal pequeña en mi seno
para acunarla en su eterno llorar al día
Hermanas Tejedoras
abro el corazón a la vida
al dulce transcurrir de la noche
en su movimiento de río manso
Me entrego a las aguas del señor que ve en lo oscuro
caminando paso a paso la entrada y la salida de los mundos inferiores
acompasada por el aletear de libélulas y demás seres del aire
urdiendo los mensajes que aclaran la mirada
y alivianan la carga umbría
de nuestros corazones
Les pido, mujeres bajo el Árbol de la Vida
que el amanecer se derrame urgente
sobre las hebras de mi destino
Me decís que ella no te quiere. Te explico por qué decir eso no tiene sentido.
La noche de Nikka suena como Njosnavelin.
(dale play y leelo lentamente en voz alta, Sigur Ros es nuestro soundtrack personal, hoy...)
Nikka vive en terrazas parecidas a la tuya (probablemente por eso te mira con respeto). A diferencia de Abbi, que se pasea vestida de sedas en balcones de estilo y es como un faro en la oscuridad citadina, Nikka es la sombra de la sombra de la sombra.
No la agita ni el amor ni el odio.
Solamente la verás salir disparada como la punta de un látigo cuando el peligro esté cerca y el mundo se encoja en torno a la zona precintada, empujando a las infraniñas cada vez más hacia la escena del crimen (un crimen que está en el pasado, enterrado en tumba superficial junto a un corazón que late, y junto a un gato negro que le maulla a la culpa, y junto a un cadáver hipnotizado que ruega que lo dejen irse con la simplecita muerte de una vez).
Cuando no apoya un taco agudo sobre alguna baranda metálica o cementicia, se escurre por las rendijas umbrías de la ciudad mugrienta. De zapatillas silenciosas, es el único cambio de estilo que se permite, medio mareada por los de(s)vaneos multiformes de Abbi.
A veces la acompaña Tito, como espectador callado, como partícipe sin voz ni voto, como perro fiel, como testigo maravillado de espanto ante la que persigue lo que no tiene sustancia y, a la vez misma, deja un reguero de sangre en el camino.
Esconde sus hallazgos en el galpón de chapa del fondo, lejos de los ojitos de animé abbisales. Hablando con rigor escalperiano, su único hallazgo está guardado en la amargura de su corazón seco. "No se puede atrapar, todo se escapa..." dice por lo bajo cuando guarda sus reliquias en los frascos. "Pedacitos de santos para no olvidar y yo, que ni me acuerdo..."
Tito la oye y se persigna sin darse cuenta. Cuando toma conciencia de sus movimientos, cree haber espantado una mosca.
"Remedar los hábitos del día..."
Me preguntás por qué extranjera, si Nicolasa Castillo ha sido de barrio y vivió en Constitución.
Es que sus ojos nunca se habituaron a los nombres propios de los mapas y del derecho. Desde su miseria más miseria supo descubrir que detrás de cada forma habita la eternidad, sólo que los caminos son tortuosos, y le tomó un tiempo encontrar la caravana de gitanas, la troupe itinerante de la que es pretoriana.
Su noche es ahora calma, quizá porque haya encontrado la senda de regreso a su hogar, que no es otra cosa que la aceptación de que lo eterno nunca habrá de abandonarla. Pero que muta como una niña que jamás muere pero en sus juegos toma los disfraces más diversos para que la rueda siga girando y el dolor o el amor no se hagan insoportables.
Hoy, como una gata que recién ha parido, Nikka contempla a la niña con algo parecido a la dulzura.
Y si bien las terrazas siempre estarán pobladas de desesperación, Nikka conoce bien el valor de la silente espera. En esta noche eterna...
"que de todos modos
será la..."
última
*La bruja llega a la vieja mansión abandonada, golpea la puerta y al abrirse se enciende la noche. Ve las figuras recortadas de un ser longilíneo casi reptil, del hada dorada de pálida muerte, de un joven extraviado que halló el hogar entre las mujeres más perdidas, y de una niña que sabe muy bien qué tierra están pisando, y que le extiende la mano invitándola a reinventar el universo.
hoy yo, sentada aquí frente a la luz catódica que tanta sombra hecha sobre los cuerpos y los corazones
esta noche, precisamente esta noche en la que me llaman a leer las piedras
aquí -e insisto con el vicio deíctico de mi hablar no sapiente -
aquí -y apelo a la señora de las agujas para que mis palabras sean agudas y corten con justeza el eterno fluir de estos bosques -
aquí, brunella lee las piedras en la oscuridad que la habita
tan sola
tan olvidada del mundo como en aquellos días
tan ser menor
tan parte de eso que se conoce y se olvida -pero se resguarda en los umbrales del alma
y aún así
y exactamente por eso
levanto la mirada de mis ojos
negros
hacia la noche
negra
sobre la tierra
calma
donde nace el mundo
y donde también acaba
recuerdo las visiones silenciosas de la infancia
las danzas sagradas de la adolescencia
las grandes gestas allí vividas
y salgo liviana a caminar esta tierra árida
en pos de un río
y de un hogar
llevo mi bolsita de huesos
un puñal inútil
y este mirar
acompaño una caravana extraña
de hadas, reinas y colmillos
nuestro tesoro es la niña que crea lo posible
creyendo contra toda razón
nuestro estandarte muestra dos espadas
una que dice hasta aquí
y la otra esta es nuestra casa
piso humildemente este suelo seco
huelo el aire frío del invierno eterno
y les digo
segura
hacia dónde queda el mar