viernes, 5 de agosto de 2011

Ruido

Las palabras son eso.
Naditamente más que eso.
El maquillaje de las fieras y de los angelitos.
Algodoncitos para amansar lo que duela
siendo lo que duele
la distancia, la ausencia o el mero estarse
acá.
Las palabras fetiche
palabras mercancía
puestas a rodar en el mercado del buen decir.
Aún las mejor intencionadas
que intentan rozar lo cierto
ninguna puede dar en el centro de lo real
así
como lo hace el silencio.


¿Reconocés el sonido
de los colibríes?
Lejos de ser un canto veleidoso
en búsqueda de váyase a saber qué armonía
es el trabajoso runrún
de alitas incansables
procurándose sustento
esparciendo a su vez misma
la vida de la flor.


Hace tiempo hice mi duelo:
un año sin escribir.
Después de eso me dejé llenar por voces,
las moldié, las amasé,
me moldearon y amasaron,
moldeamos y amasamos la materia que
entre ellas y mi mirada
pudimos sostener con las manos.
Por eso no le pido a la palabra lo que no puede
y hago con ella
lo que buenamente podemos
acceptando las dos
el imperio de lo silente.

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