lunes, 20 de junio de 2011

Ada



Una mujer me arde en el recuerdo,
o más bien
en el espacio cejijunto donde dicen que lo que habita es la memoria.

Por el rabillo del ojo la veo pasar.
Liviana y taconeando.

La huelo como a los jazmines en ese momento del casi verano
extremadamente dulzones
antes de convertirse en retorcijo ocre y crugidor.

Sé quien es.
Conozco bien quién dejó el espacio justo para disparar esta ausencia.

Sé por qué.
En la línea quebrada que en las ciudades es el umbral entre el cielo y la tierra
ella enciende el faro hacia otras vidas
caminos urbanos donde el dolor y la esperanza ponían el cuerpo
y masticaban 'resistencia' con una puteada o un incansable zurcir ropa vieja.

Y sé hacia dónde.
Mujer mistérica, espectro amoroso que me invita al jardín de glicinas y laureles.
Tus telas feéricas, tu cuerpo odre salvador, maná de atardeceres y de siestas,
mañanita matera de pan manteca azúcar y radio con interferencia.
Tus marcas, tu dolor disimulado y neto, neto como no fueron los tormentos de mi adolescencia.
Madrecita de la patria chica que es mi alma.
También te evoco en el final, lenta, dulce y cansada.
Radiante
hoy me reencuentro en vos.

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